via del mig

Cuando Buda regresó del retiro en el que había alcanzado la Iluminación, quiso explicar a sus antiguos compañeros ascetas cómo había despertado y cómo también ellos podían lograrlo. A este método lo llamó la Vía del medio, un camino que mantiene el equilibrio entre dos extremos, que él conocía muy bien. Había vivido durante algunos años la vida hedonista de palacio, donde podía satisfacer todos sus deseos y hacer siempre lo que le apetecía. Esta es una forma de vida que muchas personas buscan, pensando que les traerá felicidad. Pero al joven Siddhartha esto no lo satisfacía, porque se dio cuenta del sufrimiento causado por la enfermedad, el envejecimiento y la muerte, y comprendió que la vida que llevaba no lo liberaba de este sufrimiento. Entonces decidió buscar la forma de liberarse y lo intentó durante algunos años viviendo apartado del mundo, en un ascetismo extremo practicando la mortificación, lo que lo llevó al borde de la muerte.

Zazen

Después de recuperarse, comprendió que ninguno de estos dos caminos podía liberar su mente. Entonces se sentó a meditar, de la manera que ahora llamamos zazen, con la determinación de no levantarse hasta alcanzar la liberación. Este es uno de los factores clave para lo que sucedió después: la actitud de no poner límites, de entregarse completamente, eso es lo que cambió todo. Esta actitud rara vez se presenta cuando meditamos solos, porque el meditador se sienta a meditar, pero sabe que cuando se canse o surja alguna incomodidad, detendrá la meditación.

Meditar en grupo

En cambio, cuando meditamos en grupo, sabemos que el final de la meditación no lo marca nuestro ego, sino las reglas del grupo, que incluso el maestro sigue. Y, por lo tanto, uno puede sentarse con una actitud similar a la de Buda. Sentarse hasta que suene la campana, pase lo que pase durante la sesión. El meditador habitual nunca se plantea en ningún momento quedarse a medio camino, sino que se sienta con el propósito de completar la sesión con el resto del grupo, pase lo que pase. La presencia del grupo y del maestro ayuda a cultivar esta actitud de confianza, nos da fuerza y nos aleja del miedo y las dudas. Por eso decimos que zazen es el castillo del no miedo.

Zazen no es una mortificación

Aunque a veces podamos sentir incomodidad o dolor, zazen no es una mortificación. Las mortificaciones son prácticas destinadas a inducir la muerte gradual del cuerpo, hasta privarlo de sus principios vitales. Nada que ver con la práctica de zazen, que conduce a la armonía del cuerpo y la mente. La presencia de la incomodidad y el dolor no es buscada, pero aparece igual que aparecen las sensaciones y pensamientos, está relacionada con el estado de la mente y es parte de la meditación, al igual que es parte de nuestra vida. En zazen, ni buscamos el dolor ni huimos de él. Esta es la Vía del medio.

Completar la acción

La actitud de completar cada acción, de no dejar las cosas a medias, también se aplica en el samu, el trabajo voluntario. En el Zen, esto es fundamental. Comenzamos una tarea con la disposición de terminarla, de completarla. No calculamos si la dejaremos a medias. Por supuesto, esto está sujeto a circunstancias que puedan impedirlo. Hablamos de la actitud de aspirar a concluir completamente lo que comenzamos, de no iniciar una acción con la intención de abandonarla en cualquier momento, a la primera distracción, a la primera interrupción, al primer pensamiento. Sino con la determinación de terminarla y no quedarnos a medio camino. En la gesta de Buda, esto queda muy claro: él se sentó a meditar siguiendo la Vía del medio, con la firme determinación de no quedarse a medio camino.

No confundir el medio con la mitad

Insisto en este punto porque es una confusión común, creer que la Vía del medio significa quedarse a medio camino, nunca entregarse por completo. Nos referimos a la actitud, no a las capacidades, y para saber si nuestra capacidad nos impide continuar, es bueno contrastarlo con el maestro, no vaya a ser que nos estemos quedando a medio camino porque pensamos que no podemos lograrlo, sin haberlo intentado, o que pensamos que con hacer la mitad es suficiente, porque entonces haremos cada vez menos hasta desaparecer.

La mitad de zazen

Puede suceder que encontremos que zazen es muy exigente y luego probemos una meditación a medio camino de zazen, creyendo que estamos practicando la Vía del medio. Pero la Vía del medio no es quedarse a medio camino de lo que enseña el maestro. No olvidemos la gesta del gran maestro, Buda, al lograr la Iluminación. La práctica completa de zazen es la Vía del medio, un camino que significa mantener el equilibrio entre no inclinarse hacia la auto-indulgencia ni hacia la imposición. Nos mantenemos en el medio de estos dos extremos.

Un camino entre abismos

Es como caminar por un sendero estrecho entre dos abismos: a un lado, el abismo del deseo, al otro, el abismo de la aversión. Si nos inclinamos hacia un lado, caemos en el abismo del sufrimiento. Si mantenemos el equilibrio, seguimos la Vía del medio, que no es quedarse a medio camino, al igual que no nos quedaríamos detenidos en el medio de una cuerda floja. Sin embargo, sorprendentemente, es una confusión muy común. Muchas personas caen en ella. Creen que están siguiendo la Vía del medio, pero lo que han hecho es quedarse a medio camino. Por eso Buda, en el Sutra del Loto, les dedica la parábola de la ciudad encantada.

La ciudad encantada

Un guía experimentado conduce a un grupo de personas hacia un paraíso que se encuentra en lo alto de una montaña. A medio camino, cansados y desanimados por el largo recorrido que queda por hacer, el grupo no quiere continuar, y el guía, que es Buda, usa sus poderes mágicos para crear una ciudad encantada donde puedan descansar y recuperarse antes de continuar. Cuando el guía cree que ya han descansado, reanuda el camino, pero muchos ya no lo siguen. Muchos prefieren quedarse en la ciudad encantada de la autocomplacencia y dejar de seguir a Buda en el camino. Afortunadamente, esta ciudad encantada solo existe en nuestra mente. Siempre estamos a tiempo de abandonarla, es decir, de abandonar la actitud de quedarnos a medio camino y seguir hasta el final para realizar completamente la Vía del Zen.

Nansen