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En las prácticas de atención plena, una de las cosas que aprendemos es a hacer las cosas sin estar pensando en otra cosa. Por ejemplo, mientras conducimos hacia el trabajo, tratamos de no pensar en todo lo que tendremos que hacer una vez lleguemos allí, sino que nos concentramos en conducir, atentos a las señales, a los otros coches, a los peatones. A esto se le llama ir con el piloto automático. Hacer las cosas con el piloto automático, es decir, hacer las cosas pensando en otra cosa, es causa de accidentes, errores, estrés, y fatiga nuestra mente.

Ahora bien, a partir del buen consejo de no ir siempre con el piloto automático, hay quien asume que hay que ir siempre con el piloto manual, es decir, siempre pilotando la acción desde el yo, desde la voluntad consciente, siempre observando que hay un yo que gobierna la acción. Pero tener que hacer todas las cosas con la voluntad también es muy cansado, y estar siempre buscando este yo que gobierna la acción, no hace más que reforzar una ilusión: la ilusión de un yo permanente y continuo. Y esta creencia alimenta otra forma de sufrimiento.

Porque de esta manera, quizás nos libramos del estrés que causa el hacer las cosas pensando en un otra cosa, pero estamos alimentando otra causa de sufrimiento, que es el apego a la idea de un yo permanente, de un piloto manual de nuestra vida. ¿Cómo podemos entonces liberarnos también de este sufrimiento?

Una de las respuestas es que, con la práctica regular de la meditación, el hecho de estar atentos al momento presente se convierte en un hábito, y así no se hace necesario el uso continuo de la voluntad, del piloto manual. Pero entonces nos puede surgir la pregunta: ¿cuando hacemos las cosas por hábito, no es eso otra vez el piloto automático?

Mientras estamos haciendo las cosas siguiendo un hábito, ¿estamos pensando que estamos haciendo las cosas, o no estamos pensando que estamos haciendo las cosas? ¿Qué es lo que estamos pensando?

Es evidente que hacer una actividad pensando en otra cosa es causa de estrés, pero ¿ello significa que mientras hacemos una actividad tengamos que estar pensando todo el rato “yo estoy haciendo esta actividad”? ¿O no tenemos que pensar en nada?

Las prácticas de la atención plena en la vida cotidiana pueden caer fácilmente en un bucle, si no se hacen sobre una buena base. La práctica tradicional de la meditación zen nos da esta base: es el estado de concentración serena, la presencia en el momento presente, que se sustenta a si misma.

Esta concentración que se sustenta a si misma, se crea en las condiciones de la práctica de la meditación sentada en comunidad, acompañados de otros practicantes, y guiados por un maestro, porqué incluso la misma meditación sentada, el zazen, en el caso de intentar practicarla en solitario, sin un contacto frecuente con el maestro y la comunidad, ni el piloto manual, ni el automático nos servirán de nada para crear esta concentración serena que se sustenta a sí misma.

Aun así, una vez se ha creado esta concentración serena, esta presencia firme y viva en el momento presente, sí que podemos empezar a actuar sin tener que sustentarnos ni en el piloto automático, ni en el manual, porque con esta concentración serena nos fusionamos con la acción, hasta tal punto que no sabríamos decir si hay o no hay piloto, y es sólo a partir de esta presencia firme en el momento presente, que podemos practicar la atención plena sin fatigarnos, sin reforzar el yo ilusorio y, así, liberarnos del sufrimiento, sin crear más sufrimiento.

 

Lluís Nansen Salas

www.zenkannon.org