zazen karma

Es muy célebre el diálogo del primer encuentro entre el segundo y el tercer ancestro del Zen en China. Sosan tenía lepra y estaba muy enfermo. Fue a ver al maestro Eka y después de realizar tres prosternaciones, le dijo: «Por favor, maestro, ¡ayúdame! ¡Libérame de mi karma!» Eka respondió: «Trae tu karma aquí y te liberaré de él.» Después de un rato de silencio, Sosan dijo: «No puedo traer mi karma, el karma es sin forma y no puedo agarrarlo.» Eka respondió: «Entonces, ya estás liberado.» Sosan se prosternó y se retiró en silencio.
Es un diálogo que, a pesar de los cientos de años transcurridos, sigue siendo actual, tremendamente actual. De hecho, podemos decir que este diálogo lo tenemos todos los practicantes con nuestra práctica del Zen. De algún modo, todos llegamos enfermos a la práctica, enfermos de algún sufrimiento existencial, de estrés, de ansiedad, de depresión, o simplemente de la desazón de existir, de la sed insaciable. Todos tenemos un karma del que queremos liberarnos.

Liberarse del karma en zazen

Aunque al principio aún no sepamos explicar lo que nos pasa y no lleguemos a formularlo explícitamente al maestro, esto no significa que no estemos presentando continuamente esta cuestión cuando nos sentamos en zazen. Y es precisamente zazen lo que nos da la respuesta de Eka. Sentados en zazen, vemos la vacuidad de nuestro karma, comprendemos que no se puede agarrar, porque es pura interdependencia, pura impermanencia, y al comprender la vacuidad de nuestro karma, quedamos liberados de él.

El karma del padre y de la madre

Hay muchos que, al avanzar en el proceso de introspección, ven en su enfermedad el karma de su padre o de su madre. Esto les hace surgir el anhelo de liberar a su padre o a su madre, si todavía están vivos; o de liberarlos en el pensamiento, si ya han fallecido. ¿Quién no ha pensado alguna vez en cambiar el karma de su padre o su madre? Y esta es otra de las historias arquetípicas que encontramos en el Parinirvana Sutra. El episodio de la muerte de Shariputra, uno de los grandes discípulos del Buda.

La muerte de Shariputra

Un día, Shariputra, al levantarse después de hacer su zazen matutino, reflexionó: «¿Quiénes llegan antes a la completa extinción, los budas o sus discípulos?» Entonces intuyó que primero se extinguen completamente los discípulos. Contempló el estado de su principio vital y comprendió que le quedaban siete días de vida. «¿Dónde me extinguiré completamente?», se preguntó, y en ese momento pensó en su madre, que, aunque era una mujer muy santa, no había entrado en la Vía de Buda. Shariputra pasó seis días viajando y el séptimo y último día de su vida, dio una última enseñanza a su madre, que la hizo entrar en la Vía. Después de eso, Shariputra se extinguió para siempre.

Extinguir el karma del padre y de la madre

De nuevo nos encontramos con una historia que, a pesar del tiempo transcurrido, transmite una enseñanza profunda, con un simbolismo magnífico. Al final de su vida, Shariputra, después de haber instruido a miles de discípulos en la Vía, se da cuenta de que aún no ha podido extinguir su propio karma familiar y dedica el último día de su vida a esta importante empresa. Así, muchos practicantes, después de muchos años de práctica, se dan cuenta, como Shariputra, de que todavía les falta extinguir el karma de su padre o de su madre. Y esto no es ninguna trivialidad. Algunos enloquecen literalmente al enfrentarlo. No se puede tomar a la ligera o disimular detrás de las apariencias; aquellos que ante el karma de su padre o su madre no han llorado ni una lágrima, es que nunca lo han enfrentado.

Zazen nos libera

Así como con la cuestión de Sosan, aunque no seamos capaces de formular la cuestión de Shariputra, el karma del padre y de la madre serán cuestionados continuamente en zazen, y también zazen nos hará ver la vacuidad, la interdependencia y la impermanencia. Si seguimos con la práctica continua de zazen, este karma se irá extinguiendo, como las nubes de tormenta que descargan sobre el océano, y llegará el día en que se extinguirá completamente, aunque sea el último día de nuestra vida.

Nansen