Muy a menudo utilizamos la palabra zazen para referirnos a la meditación zen. Es una palabra de origen japonés compuesta por “za”, que significa sentarse, y “zen”, que deriva de la palabra china “chan”, que a su vez proviene del sánscrito “dhyana”, que significa meditación. Por lo tanto, zazen significa precisamente eso, meditación sentada. Por otro lado, meditación significa básicamente dirigir la atención hacia el interior y cultivar una actitud de plena presencia en el momento presente. Hay muchas formas de entenderlo y practicarlo, pero cuando hablamos de zazen nos referimos a una manera concreta de practicar la meditación de la tradición zen, que aunque es un método bastante simple, puede parecernos exigente hasta que nos familiarizamos con él. Recuerdo que cuando empecé, me costaba quedarme sentado. Los que intentaban corregir mi postura de espalda se sorprendían por la rigidez, y fue necesario tener mucha paciencia hasta que fui encontrando la postura adecuada. No para todos es tan difícil sentarse, pero con la rigidez e incomodidad también pude abandonar las cargas más pesadas del pensamiento. Ahora, después de más de treinta años, puedo decir que una de las mejores cosas del zazen es que nunca te cansas de hacer zazen, precisamente porque no utiliza ningún objeto externo. El mecanismo es simple. Uno nunca se cansa de sentarse y meditar en zazen, por muchos años que pasen. Cada meditación es como contemplar un nuevo paisaje de la mente, un nuevo momento de la existencia. Sin embargo, si me preguntaran por qué hago zazen, al principio no sabría qué decir. Es como si le preguntaran a un pez por qué nada. ¿Por qué nadar, si, como dice Dogen, no hay ningún lugar al que ir, ningún lugar al que se pueda llegar? Y, a la vez, no es un nadar por nadar. Es un nadar en el que el pez es el nadar y el nadar es el pez. ¿Cómo explicarlo con palabras? Lo mejor es sumergirse en uno mismo y comenzar a nadar. Después todo fluye y es fácil graduar la intensidad: a qué profundidad queremos nadar, si queremos nadar en el mar en calma o también en pleno temporal… Esto también lo tiene el zazen, no es necesario elegir el mejor momento para meditar, no es necesario estar muy relajado para empezar. Podemos practicarlo tal como estemos en cada momento, sean cuales sean las circunstancias de nuestra vida, en un día tranquilo o en medio del estrés de un día de trabajo. Tan pronto nos sentamos, todo cambia. Lo que parecía tan importante, deja de serlo tanto, y esa emoción que compungia el cuerpo, se va aflojando. Respirar, mantener el equilibrio, respirar el cuerpo, respirar las emociones, respirar los pensamientos, y poco a poco todo se va aclarando. Estamos en el momento presente, esa es la realidad de la existencia.