Releyendo a Ryokan, siempre me encuentro con agradables sorpresas. En la última relectura me ha impresionado la delicadeza con la que Ryokan habla de la vejez. Sin duda, esto es porque comienzo a sentir su presencia en mi piel, mi carne y mis huesos. De suerte que me ha tocado el corazón en este punto, porque es diferente de las habituales lamentaciones sobre la rapidez del paso del tiempo, y de las quejas que salen de los labios de quienes sienten que envejecen, con resignación o sin ella. En contraste con las lamentaciones ordinarias, Ryokan evoca la vejez de una manera diferente, como si hablara de una vieja amiga, y no de un mal o una lacra. Y lo hace con versos cortos y sencillos que, con tanta autenticidad como brevedad, expresan su sentimiento sobre el paso del tiempo, la vejez y su vida de monje zen, de persona entregada a la Vía del Zen.
Ryokan baja de la montaña
Hay un poema que es un diálogo entre Ryokan, que baja de la montaña donde vive en una humilde cabaña de paja para pedir limosna en la ciudad, y un viejo conocido, que le pregunta:
-Maestro, ¿qué haces allá, viviendo en lo alto de las nubes blancas?
Y él le dice: -Y tú, ¿qué haces aquí, envejeciendo en este mundo de polvo rojo?
Ambos se disponen a responder, pero se quedan mudos..
¿Qué hago aquí?
Más allá de la dualidad de la escena, que puede sugerir un diálogo entre dos individuos antagónicos, y que en realidad no lo es, hay una posible lectura íntima, en la que los dos personajes son uno solo. En otras palabras, es un diálogo que podemos establecer con nosotros mismos, cuando al terminar zazen, la meditación zen, nos dirigimos a las actividades de la vida cotidiana. Nos podemos preguntar: ¿Qué hago en zazen, en lo alto de las nubes blancas de la vacuidad? Y a continuación responder: ¿Y qué hago aquí, envejeciendo en este mundo de ilusiones? Creo que es una buena manera de comenzar el día, y al mismo tiempo reflexionar sobre el sentido de la práctica.
¿Por qué meditar? ¿Qué sentido tiene sentarse en zazen? En lugar de buscar explicaciones y razonamientos para responder a estas preguntas, es mejor darle la vuelta, y hacernos esta pregunta: ¿Qué sentido tiene envejecer en este mundo de ilusiones? Ambos se disponen a hablar, pero quedan mudos, ¿quién se atrevería a romper este silencio? No aquel par de sabios viejos. La vejez no es una ilusión, no es algo que solo le sucede a los demás. La vejez hace caminar poco a poco, hace hablar con pausa, hace pensar con olvidos, ¿qué habrían podido decir? ¿Y tú, qué haces aquí, envejeciendo en este mundo de polvo rojo?
Nansen