En los artículos anteriores, “Iluminación universal” y “estructuras de consciencia,” hablábamos del desarrollo espiritual y las estructuras de consciencia. Ahora toca hablar de la consciencia mítica.

Desde la visión mágica del mundo, el ser humano identifica las fuerzas de la naturaleza, el Sol, la luna, las estrellas, el viento, el fuego, los predadores, i los representa como dioses antropomórficos. El Sol, el fuego, el viento y el mar son vistos como dioses. Si antes, con la consciencia mágica, nos relacionábamos con el medio de manera inocente y directa, lo que fija el patrón de consciencia mítica es que la relación se hace a través de un mito, ya sean dioses, tótems, bodhisattvas, vírgenes, etc. La tribu establece una relación de devoción con las divinidades, y recibe su favor protector. 

La estructura de consciencia mítica es la base de les religiones y vías espirituales. Hoy en día, la palabra religión tiene para algunos connotaciones negativas, por el hecho de atribuir a la religión las atrocidades cometidas por la Inquisición, las guerras santas, y las expulsiones. Pero si estudiamos la historia de las religiones, nos damos cuenta de que estas atrocidades han sido cometidas en beneficio personal de unos pocos, que simplemente utilizaron la religión, de la misma manera que hoy algunos utilizan los medios de comunicación en beneficio propio. Culpar a las religiones de las guerras, equivale a culpar hoy a los medios de comunicación, cuando ambos son meros instrumentos del poder de cada época.

En lugar de basarnos en estos tópicos sobre las religiones, podemos basarnos en la propia experiencia personal. Cuando he conocido personas que seguían una religión, desde mi percepción personal, siempre me ha parecido que eran personas bondadosas, amables y compasivas. Hay algo que en seguida nos hace sentir cómodos en presencia de una persona religiosa. No me refiero a líderes, ni ministros espirituales, sino a persones de la calle, con las que nos cruzamos, ja sea en la caja del supermercado, en el trabajo, o en el ocio. En seguida se nota en el trato: es el espíritu religioso, una actitud humilde y respetuosa, una mirada clara, sin pretensiones.

Es este espíritu lo que mejor representa lo que han aportado las religiones al desarrollo espiritual de los seres humanos. Es esto lo que llamamos aquí la estructura mítica de la consciencia. La experiencia nos dice que las religiones hacen buenas personas. Todos conocemos a alguien, también en nuestra familia, ¿quién no recuerda una abuela o una tía religiosa, con un espíritu bondadoso y compasivo? En el Zen se habla del espíritu de la abuela: la compasión incondicional e ilimitada hacia todos los seres, como lo expresa una abuela con sus nietos. El espíritu de la abuela indica en el Zen un grado elevado de desarrollo espiritual.

No olvidemos que la palabra religión viene del latín religare, de estar unidos con Dios, con el cosmos. Y precisamente, el espíritu religioso expresa este sentimiento de unidad, que todos experimentamos en las experiencias más sublimes de nuestra vida, y también en la cotidianidad. En la actualidad, veo un interés absurdo en identificar los tópicos negativos con la palabra “religión”, y los tópicos positivos con la palabra “espiritual”, como si la religiosidad y la espiritualidad no fueran lo mismo. Es una maniobra indigna que pretende mantener ciertos prejuicios de dudosa procedencia contra la maravillosa herencia que hemos recibido de nuestros antepasados. 

Incluso en las formas ancestrales de expresión del espíritu religioso como son las ofrendas, las procesiones, o la devoción a las vírgenes, bodhisattvas o divinidades, hay un principio incipiente del proceso espiritual de transcender el ego. A través de la devoción hacia una divinidad, el individuo deja de creer solo en sí mismo, para creer y librarse a aquello que está más allá de su ego limitado. Y es así como se libera de los miedos y la inquietud inacabable del ego. En la devoción, el ser humano encuentra alivio a su sufrimiento. Es por eso que, incluso desde una mente racionalista y científica, no menospreciamos lo que las religiones aportan a nuestro desarrollo espiritual. La madurez espiritual se define como una estructura de consciencia integral, que lo integra todo, integra la mente racional, la mítica, la religiosa, la mágica, la instintiva, y la original. Sin rechazar a ninguna de ellas. Ello significa que si alguien afirma, “mi visión es no mágica, ”o “no religiosa,” está reconociendo que todavía no ha realizado la consciencia integral. 

En la práctica de zazen, la mente se abre a todas las estructuras de consciencia. La mente mágica, la mente mítica, y la mente racional se alternan fluidamente, sin prejuicios, ni luchas estériles. La mente de zazen es capaz de abrazar todas las consciencias. Despertar es abrazar todas las consciencias de todos los tiempos, las consciencias de hace diez mil años, y las de hace cien años, viven en la consciencia del momento presenta de zazen.

 Lluís Nansen Salas