En sus poemas, Ryokan ha encontrado una vía para apaciguar los sentimientos dolorosos que provoca el paso del tiempo, al honrar el espíritu ausente del viejo maestro y comprender que tenga o no tenga sentido, la vida es una joya preciosa, una estrella fugaz que nos maravilla.
Poemas de Ryokan
Por la noche,
en lo profundo de las montañas,
sentado en zazen.
Los asuntos de los hombres
no llegan hasta aquí,
todo es desierto y apacible.
El incienso se lo ha tragado
la noche interminable.
El kesa se ha convertido
en un vestido de rocío.
Incapaz de dormir,
me adentro en el bosque.
De repente, por encima de la cima más alta,
aparece la luna llena.
En este poema parece que se haya detenido el tiempo. Sentados en zazen, la percepción del tiempo cambia radicalmente, cada instante es una eternidad: “El incienso se lo ha tragado la noche interminable”. Es el fin del sufrimiento, el fin de las preocupaciones mundanas. “Los asuntos de los hombres no llegan hasta aquí”. Solo una gran vacuidad y una gran serenidad, “todo es desierto y apacible”. Efectivamente, parece que el tiempo se ha detenido. Y “de repente, en la cima más alta aparece la luna llena”. Una vida sin tiempo es lo que ha encontrado Ryokan, y también podemos encontrarlo en la práctica de zazen.
Zazen y el tiempo
Las huellas de mi ir y venir,
han desaparecido bajo la nieve.
Bajo la vieja ventana,
arde el incienso.
Los años pasan implacables, pero al final somos nosotros quienes decidimos cómo vivir nuestra vida. Si preferimos ir y venir como una hoja seca arrastrada por el viento y lamentarnos por el paso de los años, por las cicatrices de la vejez, por lo que se ha quedado en el camino, por lo que nunca ha sido ni será. O si elegimos abandonar cuerpo y mente en cada exhalación y vivir una vida auténtica, una vida sin tiempo.