La vieja tumba.
En el siguiente poema, el maestro zen Ryokan evoca la fugacidad de la existencia. En nuestra percepción del paso del tiempo, se producen distorsiones de la percepción. Nuestro tiempo de vida nos parece un período muy largo, cuando en realidad es muy efímero. El otro día, caminaba por el Passeig de Sant Joan de Barcelona, que tiene unos plátanos de sombra muy altos y grandes, y me preguntaba, ¿cuántos años hace que están aquí? Cuando yo era un niño, ya estaban. ¿Cuánto tiempo seguirán señoreando esta calle después de que yo no esté, después de que toda la gente que conozco haya desaparecido? Mientras lo pensaba, caían algunas hojas. De manera similar, Ryokan nos dice en este otro poema:
La vieja tumba de mi maestro,
escondida al pie de un monte desierto,
cubierta de exuberantes malas hierbas.
No hay nadie que la cuide.
Solo, de vez en cuando, pasa por allí
un leñador furtivo.
No hay nadie que la cuide.
Es cierto, nadie se preocupa por el recuerdo del viejo maestro. Y de la misma manera, todos nos olvidarán cuando no estemos, y cuando aquellos que nos conocieron también desaparezcan, nadie sabrá nada de nosotros. Las malas hierbas crecerán sobre lo que había sido nuestra gran ilusión: un yo, una persona, una imagen. Todo eso por lo que tanto nos esforzamos en defender y mantener. Nadie se preocupará por ello. ¿Cómo podemos dedicar tanta energía a sostener una ilusión que, como una hoja seca, caerá y será barrida por el viento de otoño? Una vez más, Ryokan vuelve al recuerdo de su maestro en el siguiente fragmento:
Una vez, joven de cabello salvaje,
fui su discípulo,
aprendí profundamente de él.
Pero inicié mi viaje solitario,
y los años pasaron entre nosotros en silencio.
Ahora he regresado con él para quedarme.
¿Cómo puedo honrar su espíritu ausente?
El maestro zen Ryokan y el paso de los años.
“Los años pasaron entre nosotros en silencio. Ahora he regresado con él para quedarme.” Parece que los años de alejamiento y silencio le pesan ahora que ya no está. Como cuando perdemos a alguien, y lo que más nos pesa es el tiempo que no le dedicamos. Seguramente es la nostalgia de no haber podido agradecer lo suficiente a aquellos que nos ayudaron a crecer, que nos instruyeron. Entonces, la nostalgia puede transformarse: ¿cómo puedo honrar su espíritu ausente? La manera de honrar el espíritu ausente de los maestros es seguir su ejemplo, continuar su obra y hacer realidad lo que ellos nos enseñaron.