En el artículo anterior sobre la iluminación universal hablábamos de la teoría de las estructuras de la consciencia de Jean Gebser, que ha ampliado Ken Wilber. Una teoría que habla de la evolución de patrones de consciencia, o estructuras, a lo largo de la historia de la humanidad, y que se corresponende también con el desarrollo espiritual de un individuo. Estos patrones o estructuras pueden ser cinco o seis, o muchos más, como ellos mismos reconocen, según el grado de detalle que queramos analizar, pero eso añade una complejidad innecesaria. A partir de lo que dicen estos autores, y de la experiencia en nuestra práctica, nos aprece adecuado exponer estas estructuras de la seguiente manera:
Patrón de la consciencia original
Es el simplemente ser de zazen. Es la consciencia de ser, sin separación con el resto del mundo. Es la consciencia de las últimas horas del feto, y de las primeras horas del recién nacido, antes de que las primeras necesidades y molestias lo empujen hacia la estructura siguiente. Espiritualmente, es el origen y el final de la consciencia, es la no dualidad, el contacto directo con la divinidad.
Patrón de la consciencia instintiva y sensorial
Al aparecer las primeras necesidades, se forman los patrones de las sensaciones y los instintos. Se distingue lo que es agradable de lo que es desagradable, lo que produce bienestar, y lo que produce malestar, sin que haya todavía una percepción del yo separado del mundo. Existe puramente la consciencia de las sensaciones. En el desarrollo espiritual, se corresponde con una fase de conducta animal.
Patrón de la consciencia mágica
La consciencia mágica aparece como fruto de la interacción con el entorno, en relación a las sensaciones y necesidades. El bebé tiene hambre o siente malestar, y llora; al llorar, sus necesidades son satisfechas, todavía no distingue su yo del de los demás que lo atienden, el bebé ríe y llora a todo el Universo. En el hombre primitivo, se corresponde con los rituales más ancestrales, como la danza de la lluvia, las pinturas rupestres antes de salir a cazar. El ser humano es parte de la naturaleza, y de la manera más inocente, pide lo que quiere. La noción de causa y efecto no está todavía definida. El patrón de la magia se basa más en la sincronicidad: se hace la danza de la lluvia cuando la lluvia se acerca, o quizás es la danza de la lluvia la que hace llover; para el hombre primitivo la distinción entre causa y efecto no existe, él danza y llueve o llueve y danza, la lluvia y la danza son lo mismo. También se basa en la pura analogía, si la hoja de una hierba tiene forma de pulmón, esta hierba es parte de una receta buena para los pulmones. Este patrón es la primera forma de espiritualidad, la más incipiente. La sincronicidad y la analogía nos harmonizan con el entorno. El patrón de consciencia mágica continúa presente, aunque el ser humano desarrolle después los patrones de consciencia mítica y racional, vuelva eventualment a la consciencia original, y acabe integrándolas todas. Y continúa presente, aunque no seamos conscientes de ello, por ejemplo en los juegos de azar, no solo con la lotería, también jugando a las cartas o a los dados. La “Ley de la atracción”, que nos dice que podemos obtener lo que deseamos si lo deseamos con toda intensidad, es una recuperación moderna de la consciencia mágica. Y según cómo nos lo tomemos, conduce a una regresión y una disfunción de las consciencies más elevadas. Como veremos cuando hablemos de la integración de las consciencias, no se trata de descartar las consciencias primitivas, ni de creer en ello ciegamente, sinó de saber cuál es su ámbito. Al final, aunque lo neguemos, las sincronicidades se producen muy a menudo en nuestra vida: encuentros casuales, coincidencies semántica de nombre, o de forma. El Universo está todo interconnectado, y no debe sorprendernos que la magia de esta interconnexión florezca en las cosas más pequeñas de la vida cotidiana, para recordarnos el aroma del todo.
Lluís Nansen Salas