La naturaleza de buda es en si misma impermanencia e interdependencia. Una interdependencia con todos los seres del Universo. Como la red de Indra, en la que cada ser es un diamante de múltiples caras, y en cada cara refleja la cara de otro diamante. Se forma así una red, en la que todos los diamantes están conectados entre sí. La luz se refleja ya en una cara, ya en la otra, hasta alcanzar toda la red en un instante. Esta interdependencia también significa que cada cosa, cada fenómeno, contiene todo el Universo, como la luna reflejada en una gota de rocío. Y eso no es tan solo un concepto, lo podemos vivir desde la experiencia, y a partir de la práctica de zazen.
Un meditador me explicó así su experiencia de interdependencia entre los fenómenos y su propia naturaleza: “Hace poco me pasó algo que me ha tocado fuertemente. Estaba leyendo el relato en primera persona de unas conductas del espectro autista, y de golpe comprendí que muchas situaciones de mi vida encajaban en algunas de estas conductas autistas, de una manera leve, pero suficientemente como para haber dificultado mi integración en los grupos sociales por los que me he movido. Me senté a meditar, y vi muchas de estas situaciones en las que había sufrido rechazo del grupo, a causa de mi conducta. Eso siempre me había hecho sentir culpable, y lo había percibido en forma de reproches. Una a una, desfilaron estas situaciones del pasado por mi mente. Las más recientes, las de joven, de adolescente, de niño. Era como un hilo luminoso surgido de esta comprensión de ahora, penetraba en el pasado, y unía todas las situaciones vividas. Ahora podía comprenderme, y también aceptarme y perdonarme, porque me daba cuenta claramente que estas conductas eran un condicionamiento de mi nacimeinto, o de antes del nacimeinto, y sentí una gran compasión hacia aquél niño, aquél adolescente, y ese adulto. A partir de esta comprensión, el hilo de luz iluminó como un relámpago mi vida entera. Y me dejó un profundo sentimiento de compasión. Podía entender muchas cosas que nunca había entendido de mí mismo, y de los demás, y que tanto daño me habían hecho. Ahora podía perdonarme y perdonar a los demás. Perdonarlo todo. Eso hizo surgir en mí un gran sentimiento de paz.”
Es una historia muy interesante. Cada uno de nosotros tiene su diferencia. Y al mismo tiempo, todos formamos parte de un todo. Comprender nuestros condicionamientos, comprender el propio karma, comprender lo que nos ha hace sentir separados del mundo, entender nuestra diferencia, quizás por ser una persona cerrada, o por ser muy abierta, y en el momento que comprendemos la interdependencia de estos condicionamientos, en todos los matices de nuestra vida, es cuando podemos liberarnos de toda la carga, de todos los reproches. Cuando, desde la práctica de zazen, comprendemos profundamente nuestra diferencia, entonces sentimos naturalmente que pertenecemos al Todo.