El Día del Trabajo es un buen día para reflexionar sobre la situación del trabajo y de los trabajadores en la sociedad de hoy. No soy experto en ciencias sociales y económicas, y no pretendo hacer un análisis riguroso del tema. Pero sí que quiero compartir el punto de vista de aquél que observa con empatía su entorno, y movido por la compasión, se decide a hablar. A grandes rasgos, venimos de una crisis, de la cual quizás no habíamos salido del todo, y nos hemos visto arrastrados por la vorágine de la pandemia, con cambios imprevistos, a veces muy drásticos, que nos han llevado a un parón que ha afectado a mucha gente. Ahora que parece que la pandemia se va controlando con las vacunaciones, vendrá un anunciado reajuste económico, que, como siempre, se hará sentir más entre los más vulnerables.
El Día del Trabajo es un homenaje al trabajo y a los trabajadores. La sociedad humana no sería humana si no fuera por el trabajo, con el que nos cuidamos los unos a los otros. Unos curan personas, otros las cuidan, otros prestan servicios, otros ofrecen su arte. Es este trabajo que damos con atención y amabilidad, lo que nos hace sentir el gozo de dar y ayudar a los demás. Lo que nos hace sentir humanos.
Desgraciadamente, también la avaricia es humana, y si nos dejamos llevar por ella, nos envenena, y nos ciega con visiones egoístas, que nos hacen abusar de los demás. Eso hace más infelices a los demás, y también a nosotros, porque significa perder el afecto de las personas con quién nos relacionamos. Y como seres humanos, el afecto nos hace más falta para ser felices, que el dinero y el prestigio que tanto deseamos.
Quizás es solo una percepción, pero me parece que el valor del trabajo se está deteriorando: los salarios cada vez son más bajos, en comparación con el valor de la vivienda, el techo necesario. Desde la comunidad de practicantes del Zen, en contacto continuo con la gente de la calle, nos damos cuenta del aumento de la precariedad de los trabajadores. La compasión nos empuja a movernos, y pensamos: “¿qué podemos hacer para ayudar?” Seguro que podemos hacer cosas: crear redes solidarias, de ayuda mutua, intercambiarnos cuidados y servicios.
Pero hay una cosa muy sencilla que podemos hacer desde ahora mismo. Es el primer paso, y a la vez el más fundamental: concienciarnos a nosotros mismos y ser los primeros en valorar el trabajo. Eso quiere decir aprender a valorar justamente el trabajo de los demás. La sociedad tiende cada vez más al automatismo tecnológico que transforma tempestuosamente. Desaparecen unos oficios, y salen otros nuevos. Y no parece de sentido común oponerse a este automatismo tecnológico, ya que al final todos somos sus usuarios. Empecemos por nosotros mismos, y si queremos que el trabajo se valore, empecemos por valorar el trabajo que hacen los demás. Agradezcámosles siempre su trabajo, que nos permite disfrutar de cuidados y servicios, no nos fijemos solo en lo que está mal, o en lo que falta por hacer, sino que valoremos todo lo que se ha hecho, el esfuerzo que se ha puesto en hacerlo; el tiempo que se le ha dedicado; y muy especialmente la atención tan valiosa que los demás han puesto en nosotros. A partir de nuestro ejemplo, con toda seguridad esta actitud se irá extendiendo. Todos formamos parte de una gran red de seres interconectados entre sí. Si valoramos el trabajo de los demás, ¡el trabajo será valorado!
¡Feliz Día del Trabajo!
Lluís Nansen Salas