crisis clima

Introducción

Cuando hablamos de sostenibilidad, me pregunto qué es lo que queremos sostener. Lo primero que me viene a la cabeza es sostener la vida, ya que está en peligro, no solo la nuestra, sino la de toda la humanidad y la de muchos otros seres.

La crisis del clima es como una enfermedad, y podemos tratarla de esa manera para hacer un diagnóstico adecuado. Iremos a la raíz del problema para encontrar una solución.

El paciente

Nuestro paciente no es solo uno, sino muchos. Somos las personas que conformamos la sociedad, y debemos comprenderlas bien para hacer un buen diagnóstico.

Inicialmente, todos llegamos al mundo siendo muy parecidos. Es con el paso del tiempo que dejamos de parecernos y comenzamos a desarrollar una identidad, un ego, un yo. Estos atributos nos diferencian, pero sobre todo nos permiten relacionarnos y tomar decisiones.

El inicio del cambio climático actual se sitúa en la industrialización y la globalización. Precisamente estas dinámicas impactaron profundamente en la forma en que construimos nuestras identidades. Hace dos siglos, si María nacía en una familia con una tienda, María terminaría trabajando en la tienda. Pero la globalización ha multiplicado las posibilidades de elección. Esto explica por qué ahora María puede ser médico en lugar de hacerse cargo de la tienda.

El fin de ese modelo de vida predecible y tradicional ha dado paso a un modelo en el que el individuo es el protagonista. Es el ideal de ser quien quieras ser, pero en un contexto en el que a nadie le importa lo que haces porque todos están demasiado ocupados decidiendo quién quieren ser.

En la sociedad tradicional, todos tenían un rol claro en la comunidad, y todos esperaban que así fuera. Ahora no, ahora puedes ser quien quieras, pero a cambio de encontrar tu lugar en la sociedad. Es el desamparo de la globalización.

El origen del problema

En este contexto de desamparo, aparece el consumo como solución. Bajo la promesa de decidir quién quieres ser, el consumo pone a tu alcance una identidad fácil. El consumo no es solo del objeto, es de lo que representa: el estatus que otorga tener un iPhone, asistir a cierto evento. Es una forma de diferenciarnos.

Pero es aún más complejo: no solo queremos que nos identifiquen, queremos obtener la gratificación que eso conlleva. Queremos conseguir todo lo que nos gusta. Y hay tanta oferta, y no queremos perdernos nada, que lo consumimos todo.

Con esto, la identidad se vuelve superficial y frágil, al igual que las relaciones. La identidad de consumo no echa raíces, no dura, porque con cada cambio es necesario cambiar de identidad.

Las relaciones interpersonales también se han vuelto de consumo. Si te sientes solo y quieres conocer a alguien, puedes entrar en las redes sociales y hacer miles de amigos. Si quieres una relación de pareja, puedes usar aplicaciones de dating y tener una cita. ¿No hubo conexión? No pasa nada, puedes quedar con la siguiente persona de la lista.

Es una espiral de consumo sin fin, en la que un objeto, una experiencia, una persona nos lleva a consumir otro, porque no hay satisfacción real, porque la identidad no se puede consumir, no se puede coger; solo se puede realizar a través de la experiencia, el aprendizaje y el reconocimiento mutuo.

En la otra cara de esta espiral de consumo está la explotación: de los recursos naturales, de las personas y de nosotros mismos. Hemos llegado al origen del problema.

Encontrarnos

La cura de nuestra enfermedad pasa por construir nuestras identidades de otra manera.

Recordemos a aquel bebé que era atendido por sus padres, esa niña que iba a la escuela, y el adolescente que frecuentaba el bar con sus amigos. Todos tienen algo en común: las relaciones con su entorno cercano. Ninguno de estos encuentros era de un solo uso. Son la repetición de un día tras otro que va madurando cada relación: madre e hijo, maestro y discípulo, amigo y amiga. A medida que cada relación avanza, hay más confianza, más posibilidad de apoyarse mutuamente. En definitiva, superar juntos los obstáculos y ayudarse a vivir.

Esto coincide con el movimiento de Residuo Cero y la economía circular: reutilizar las cosas más de una vez; reducir lo que se necesita; repararlo si se rompe; reciclarlo si ya no se necesita; y, cuando se pueda, reintegrarlo a la tierra. Son las 5R.

Esta forma de relacionarnos con el entorno ha demostrado ser beneficiosa. No solo no perjudica, sino que ayuda a los procesos naturales de regeneración de los ecosistemas.

Lo que podemos hacer con los objetos, podemos hacerlo con las personas y la vida: en lugar de probar lo último que aparece cada vez que sale un anuncio, preguntarnos si realmente lo necesitamos. En lugar de no volver a ver a alguien con quien hemos discutido y buscar a una nueva persona en las aplicaciones, reparar el vínculo y hacer las paces cuando sea posible. En lugar de anhelar otra familia y buscar afecto por el mundo, reconciliarnos con nuestras raíces.

De entre la libertad de ser quien se quiera ser, se trata de reconocer lo que ya somos, lo que ya está aquí y ahora. Apoyarnos en lo cercano para construirnos y dejar de desear compulsivamente lo lejano.

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Seguir la Vía para ponerle solución

Aceptar nuestra realidad tal como es, aquí y ahora. Puede ser difícil, sobre todo en una sociedad donde cualquier opción parece mejor. Para no confundirse, sería bueno tener una guía. Consciente de esta realidad del sufrimiento, fue que Buda enseñó un método para clarificar la mente, recuperar la paz y vivir en armonía con todo el universo.

Simplemente sentarse en compañía de los otros y con la guía de un maestro. Y el problema de la identidad desaparece. Volvemos a la vida cotidiana en paz, con serenidad y con suficiente claridad para tomar decisiones justas.

De esta manera, podemos vivir en armonía con los demás y con cada circunstancia. Construir nuestra identidad con sabiduría y compasión, de una manera verdaderamente sostenible.

Adrián Do shin

Enlaces

Para profundizar en la construcción de la identidad en la actualidad: Cuando el bienestar también tiene eco

Más sobre seguir la Via para buscarle solución: Zazen, el eje de la via del zen