Fue en la última sesshin en el dojo de Valencia de la calle Pepita, mientras tomábamos un café en una terraza soleada. Ese domingo había la primera mascletà de las fallas. Me cuentan los amigos valencianos que este año el personaje principal de la falla municipal, una escultura de 47 metros de altura, es una mujer haciendo meditación, sentada en la postura del loto. Su lema es “Açò també passarà” (esto también pasará), una frase muy zen, la expresión de la impermanencia, como lo son las fallas, esculturas monumentales, a las cuáles se les ha dedicado el trabajo de un año, y que quemarán en pocos minutos, en alusión a la impermanencia de la existencia.

“Esto también pasará” se inspira en una conocida historia zen. En el momento de morir, un padre dejó a sus dos hijos como única herencia, un cofre que contenía dos anillos. Un anillo era de oro, con incrustaciones de brillantes, y el otro era un anillo de latón, con una frase inscrita. El hermano mayor dijo: “puesto que soy el hermano mayor, me quedo con el anillos de oro y brillantes, y para ti, el otro”. El hermano pequeño aceptó, encantado. Por las cosas de la vida, los hermanos se distanciaron. Y al cabo de muchos años, se volvieron a encontrar, y el hermano mayor le confesó: “Desde que heredé este anillo del padre, he sido muy infeliz: en verano, cuando el sol luce, el anillo brilla mucho y su resplandor es la envidia de todo el mundo, cosa que me ha costado muchos disgustos; y en invierno, cuando la luz del sol baja, el anillo deja de brillar, y eso me deprime muchísimo”. El hermano pequeño le explicó: “Es curioso, pero a mi me ha pasado lo contrario: desde que tengo este anillo soy muy feliz. Cuando en verano todo es luz y alegría, leo la inscripción del anillo, que dice: <<Esto también pasará>>, y así puedo disfrutar del presente, y cuando la alegría se va, no me deprimo. En invierno, cuando los días son oscuros y fríos, y la enfermedad y la muerte merodean por el pueblo, leo en el anillo: <<Esto también pasará>>, y eso me da fuerzas para pasar los momentos difíciles. Así, pase lo que pase, cuando leo <<Esto también pasará>>, mi corazón se serena, y puedo vivir en paz.”

Pero volvamos a la terraza del bar de Valencia. Los amigos están preocupados por si la pandemia del coronavirus afectará a las fallas, unos creen que sí, otros que no. Una semana más tarde, las cosas han cambiado, el nivel de alerta sube, empiezan las medidas para restringir movimientos y aglomeraciones, la prensa saca humo, las bolsas se desploman, el pánico se apodera de los medios.

El pánico se produce muy a menudo cuando hemos perdido la consciencia de la impermanencia. Ya los sabemos que en la vida tenemos que pasar enfermedades, envejecer y finalmente morir. Y que todos tenemos que morir algún día, es una verdad como un templo, pero a veces se nos olvida, parece que no lo teníamos previsto. La realidad es que en cualquier momento podemos caer enfermos, o tener un accidente y morir. Esta realidad se nos olvida cuando nos queremos mantener en el mundo de las ilusiones y soñamos que somos dioses. Y entonces, cuando de repente viene alguien y nos habla de la enfermedad y la muerte, quedamos en estado de choque y entramos en pánico. La enfermedad, la vejez y la muerte forman parte de la vida. Como también la alegría que nos da la llegada de la primavera. Gocemos pues de la llegada de la primavera. No dejemos que el miedo a la muerte pare la vida. Esto también pasará.

Lluís Nansen Salas