En el Zen nos gusta utilizar la palabra “Vía”, porqué la mente integral no es un estado fijo. Entender el desarrollo espiritual por estadios está bien, porqué nos permite habla de diferentes aspectos que pueden evolucionar. La contrapartida es creer que los estadios son fijos, que son logros acumulativos, como haber aprobado un curso académico. Pero eso no es así, y ya lo hemos explicado con la rueda de la consciencia integral. La mente integral no es un estadio, razón por la cual en el Zen se usa el término “Vía”. Seguir la Vía no es una realización relativa al pasado, sino una actualización a cada instante, estar presente a cada momento, consciente de todo lo que surge en nuestra mente. No estoy hablando de un ejercicio voluntarioso de atención plena, lo que generalmente se entiende por mindfulness, sino de una vivencia en consciencia plena sin intención. En esta vivencia no podemos entrar con la voluntad y e el esfuerzo, por más que lo intentemos. La consciencia plena solo la podremos actualizar a cada momento, naturalmente y sin esfuerzo, si antes la hemos vivido en la meditación sentada, el zazen.
  De aquí  viene que hablemos de la iluminación universal. La meditación zen está al alcance de todo el mundo. Aunque tengamos dificultad para sentarnos con las piernas cruzadas, un instructor nos puede aconsejar sobre la mejor posición según nuestra complexión. Lo único que requiere la meditación zen es estar dispuesto a entregarse completamente a cada instante, y no escapar a las primeras dificultades, no escapar de nosotros mismos. Es suficiente con tener una gran determinación de permanecer sentados hasta el final de la meditación, sin hacer ningún gesto inútil, sin seguir los impulsos ordinarios, aceptando todo lo que aparece en nuestra mente, sin juzgar, para soltarlo inmediatamente, sin intención de obtener nada. De tan sencillo que es, la mayoría no lo comprende. Y no lo comprenden porqué buscan la verdad en el exterior, en los demás, en las palabras, en las ideas. Pero la única realidad está en el aquí y ahora del momentito presente de nuestra existencia.
    La iluminación no ha estado nunca lejos de nosotros. Somos nosotros que nos alejamos de ella continuamente, intentando satisfacer los sentido, persiguiendo las ilusiones, creyendo que la verdad está fuera de nosotros, imaginando que el Buda estaba hecho de otra pasta. Dejemos de imaginar y simplemente sentémonos, sin buscar ni esperar nada. Simplemente ser, sin añadir nada más.
Lluís Nansen Salas