En los artículos anteriores, “Iluminación universal” y “estructuras de consciencia”, “espiritualidad o religiosidad”, hablábamos del desarrollo espiritual y las capas de consciencia. Ahora es el turno de la consciencia racional. 

La estructura de consciencia racional ya se había empezado a desarrollar en las fases anteriores, puesto que el razonamiento también se utiliza para explicar las creencias mágicas y míticas. En la religión se ha utilizado el razonamiento para explicar la doctrina. En palabras del mallorquín Ramon Llull, “cal estimar la ciència demostrativa de la divina saviesa.” Ya Ramon Llull, en el siglo XIII, utilizaba el razonamiento para convencer a sus contemporáneos de la doctrina cristiana. Y en el mismo siglo XIII, en Japón, el maestro Dogen, en su Shobogenzo expone de manera racional los koans y los conceptos del budismo. Encontraríamos más ejemplos de cómo el racionalismo surge de la necesidad de explicar los mitos. Y cómo siglos más tarde, este mismo racionalismo evolucionado es capaz de cuestionar todos los mitos.  Es el racionalismo científico el que cuestiona los dogmas y mitos que no pueden ser demostrados según el método científico, y pone en duda los mitos y los principios mágicos, y rompe con las visiones anteriores. La preeminencia de la consciencia racional sobre las demás consciencias ha debilitado los fundamentos de las visiones espirituales, en beneficio de una visión exclusivamente materialista.
Las diferentes religiones y corrientes espirituales han recibido de manera diferente este cambio de paradigma. Algunos se han encerrado en sí mismos negando la veracidad científica, como los anti-evolucionistas. Otros, al contrario, han adaptado las teorías científicas a la espiritualidad de manera burda, convirtiéndola en una seudociencia, en una regresión al mito, con formato de ciencia-ficción. En realidad, no debería haber ninguna confrontación entre ciencia y espiritualidad, son dominios diferentes, y solo colisionan cuando una pretende invadir el dominio de la otra. En nuestra época, en la visión que tenemos del mundo, predomina esta consciencia científica racional, y se ha dejado de confiar en nada que pueda estar más allá de ella: la razón y la ciencia tienen siempre la última palabra en el porqué de todas las cosas. 
Nadie puede negar que el razonamiento y la ciencia han contribuido a un desarrollo industrial y tecnológico, que nos facilita mucho la vida material. Pero no es menos cierto que esta visión discriminativa contribuye a reforzar la idea de un yo completamente diferenciado y separado de los demás, y de su entorno. Este hecho produce en contrapartida miedo y ansiedad, y es una pez que se muerde la cola: cuánto más diferentes y separados de los demás nos sentimos, más miedo tenemos que los demás nos hagan daño, y más ansiedad tenemos por acumular bienes materiales o inmateriales. Esta actitud conduce a una sed existencial insaciable, y a trastornos cada vez más extendidos de estrés, ansiedad, y depresión. Dicho esto, estaremos de acuerdo en que la mente racional no es la estación final del desarrollo humano, sino un paso más, y que para recuperar la paz espiritual, y dar paz a los demás seres del planeta, hay que transcender la racionalidad. 
¿Qué significa transcender la racionalidad? No se trata de dar marcha atrás para volver a la irracionalidad. Sí que significa, empero, dejar de reprimir las etapas anteriores, e integrarlas armoniosamente. La práctica de zazen es una manera de ir más allá de la racionalidad, y de transcender el yo, sin romper con la razón, sin regresiones, sin extremismos. En la práctica de zazen, abandonamos cualquier lucha entre la razón y los sentimientos, cualquier lucha entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno. Durante zazen, se crea una armonía natural entre el cuerpo y la mente, que restablece el equilibrio entre todos los puntos de vista. El Zen no es la negación del pensamiento. Algunos creen que la meditación consiste en parar los pensamientos, en quedarse con la mente en blanco. Eso no es así. En la meditación zen dejamos fluir los pensamientos, y si por lo que sea, tenemos muchos pensamientos observamos cómo aparecen y desaparecen muchos pensamientos. Y si estamos relajados, y tenemos pocos pensamientos, meditamos y observamos cómo aparecen y desaparecen pocos pensamientos. La meditación zen no se queda estancada ni en el pensamiento, ni en el no pensamiento. Así transcendemos las contradicciones internas y rompemos los bloqueos emocionales, así dejamos de buscar explicación para todo, comprendemos con la piel, la carne y los huesos, que hay cosas que no necesitan ser explicadas. Haciendo zazen, nos volvemos a sentir en unidad con todo el Universo, con Dios, con Buda, con todos los seres.
Lluís Nansen Salas