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En un pequeño pueblo junto al mar, vivía un hombre llamado Joan. Era un hombre que parecía que nunca tenía tiempo. Siempre corría de un lugar a otro, ocupado con su trabajo, sus compromisos familiares y los pequeños problemas que surgían cada día. Sus amigos a menudo le decían que debía tomarse un descanso, pero él siempre respondía: “No puedo, no tengo tiempo”.

Con los años, Joan se dio cuenta de que cada vez estaba más cansado. Aunque trabajaba duro, nunca se sentía satisfecho. Las noches se hacían largas, ya que su mente no le permitía descansar. Su cuerpo pedía calma, pero su cabeza no paraba. Hasta que un día, mientras paseaba por la playa, se encontró con un hombre mayor, sentado en la arena, mirando el mar.

—¿Qué haces? —le preguntó Joan, curioso.

—Medito —respondió el anciano, con una voz tranquila.

Joan sonrió con un punto de escepticismo.

—Yo no tengo tiempo para estas cosas —dijo con un suspiro.

El anciano lo miró, con una expresión serena.

—Es precisamente cuando crees que no tienes tiempo, cuando más lo necesitas. Todos tenemos el mismo tiempo, el secreto está en cómo lo usamos.

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Probar la meditación

Esas palabras resonaron en Joan durante días. Se dio cuenta de que siempre había estado demasiado ocupado para sí mismo. Una mañana, decidió intentarlo. Se sentó en la playa, como el anciano, y trató de calmar su mente. Al principio fue difícil. Los pensamientos volaban, las preocupaciones le llenaban la cabeza, pero poco a poco, a medida que seguía practicando cada día, empezó a sentir algo diferente.

Después de semanas de meditación, Joan se dio cuenta de que, por primera vez en años, se sentía tranquilo. Descubrió que en aquel silencio se encontraba a sí mismo, con su propia esencia, una paz que nunca había conocido en medio de su vida agitada. Curiosamente, el tiempo parecía expandirse. A pesar de tener las mismas obligaciones, encontraba momentos para disfrutar de pequeños placeres: el sonido de las olas, el canto de los pájaros o una conversación tranquila con un amigo.

Tiempo para meditar

Seguro que esta historia es muy similar a lo que nos ocurre a muchos de nosotros estos días. Después de volver de las vacaciones retomamos nuestras actividades y los compromisos van aumentando, la agenda se va llenando y al final nos parece que ya no tenemos tiempo para meditar.

Vivir con estrés

Al mismo tiempo, esta vida tan llena de compromisos y sobrecargada nos produce estrés, ansiedad, insomnio y una fatiga persistente que nos hace estar ya pensando en las próximas vacaciones.
Parece contradictorio, pero es el principio de cualquier mal. Nos dejamos arrastrar por viejos hábitos que nos conducen al sufrimiento y la infelicidad. Y si además pensamos que no tenemos tiempo para curarnos, que no podemos dedicar ningún esfuerzo a sanarnos, nunca saldremos de ese ciclo.

Uno o dos dias a la semana

Al final, no es tan difícil, al menos una o dos veces a la semana, dejar lo que estamos haciendo y unirnos a la meditación con la comunidad de meditadores, ya sea de manera presencial u online. Compartir este rato de meditación con quienes tienen inquietudes similares a las nuestras ya es un consuelo. Dar nuestro tiempo a los demás por una buena causa nos hace sentir mejor que cualquier terapia.

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Salvar el planeta

La verdad es que el modelo de vida de la sociedad actual nos empuja a convertirnos en consumidores, de productos de todo tipo, de servicios, de espectáculos, de viajes, y dedicamos una buena parte del tiempo a conseguir ingresos para poder consumir durante el resto del tiempo. El Homo sapiens ha dejado lugar al Homo Consumptor, y es este delirio de consumo compulsivo lo que está llevando a la destrucción del planeta.


Zazen sin espíritu de obtención

Las horas que dedicamos a la meditación no las dedicamos solo a nuestra salud, sino también a la salud de todo el planeta. Una persona meditando ocupa menos de un metro cuadrado, consume la mínima energía para seguir respirando y mantenerse despierta.
No necesita consumir nada más que el aire que respira. Además, la meditación hace que disminuyan sus deseos y su afán de consumo. No es ninguna renuncia, el meditador no siente que le falte ni le sobre nada para ser feliz, ¿por qué debería correr tras cosas que no necesita?

Meditar más y consumir menos

Si la humanidad se dedicara a meditar más en lugar de consumir tanto, el problema planetario desaparecería por sí solo. Cuantas más personas se dediquen a meditar, más rápido se reducirá la presión sobre el planeta. Esto sí es algo que cada uno de nosotros puede hacer para ir sumando. Meditar más y consumir menos.

Nansen

Horarios de meditación presencial y online en Zen Kannon