El ritual de la campanita Inkin
El inkin es una campanita de sonido delicado, con un mango de madera. La palabra proviene del japonés, donde kin significa “campana” e in es una partícula que puede indicar “suavidad” o “delicadeza”.
En el budismo zen, se utiliza para marcar momentos específicos dentro de la ceremonia y el ritual. Se lleva en la mano y se golpea con una pequeña varilla de bronce unida al inkin por un cordón. La campanita se toca manteniéndola en posición vertical y golpeándola con un movimiento ligero pero firme. Su resonancia, suave y pura, penetra el silencio.
La función del inkin
La campanita precede al maestro en sus desplazamientos y marca momentos clave del ritual. Acompaña algunos gestos del maestro para que todos los presentes puedan seguirlos, incluso si no pueden verlo. En este sentido, la campanita inkin actúa como un nexo entre el maestro y la sangha (la comunidad de practicantes), ayudando a que la ceremonia sea armoniosa y a que la comunidad se sintonice con el maestro, quien dirige el ritual.
En la tradición zen soto, la persona encargada de tocar la campanita debe vestir un kesa. El kesa es el manto que llevan los monjes y monjas zen. Durante los retiros (sesshin), la persona que toca la campanita se coloca el kesa al final del zazen matutino, al igual que el resto de la sangha.
Proteger al maestro
Entre el monje o la monja encargada del inkin y el maestro debe haber una complicidad total. La campanita, sin precipitarse, debe entender con un solo gesto o mirada el próximo movimiento del maestro. Durante los desplazamientos, la campanita va delante, abriéndole paso. Por esta razón, antes de asumir su responsabilidad, quien lleva la campanita debe revisar los lugares por los que pasará la comitiva (apertura de puertas, iluminación, lluvia o terreno embarrado, entre otros detalles).
Se dice que antiguamente, durante los paseos por el bosque, el paso del inkin por delante del maestro servía para protegerlo de la mordedura de una serpiente. Aunque esto pueda parecer extraño, ya que en Lluçà no hay serpientes venenosas, lo cierto es que, una vez, durante un verano muy caluroso, en los paseos por el bosque, los tábanos siempre rondaban la campanita, que caminaba dos pasos delante del maestro, liberándolo así de esa molestia. En cualquier caso, este debe ser el espíritu con el que se ejerce la responsabilidad del inkin: proteger y servir con atención plena.
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