Shin Jin Mei. Poema del espíritu de la fe
Seng-ts’an (Maestro Sosan, China), año 606 dC
Traducción: Lluís Salas
La Vía suprema no es difícil,
basta con no escoger, ni rechazar.
Cuando dejamos de buscar o escapar,
se ilumina a sí misma.
Si nos apartamos el grosor de un cabello,
el cielo y la tierra se separan.
Si queremos que se manifieste,
no estemos ni a favor, ni en contra.
La lucha entre me gusta y no me gusta,
pone la mente enferma.
Sin comprender profundamente,
es imposible calmar el pensamiento.
La Vía es completa como un vacío inmenso,
nada le falta, nada le sobra.
Si tomamos o rechazamos,
no vemos las cosas tal y como son.
No sigamos los fenómenos,
no nos estanquemos en la vacuidad.
Sentimos la unidad con el corazón,
y la dualidad desaparecerá por sí misma.
Si detenemos el movimiento, llega la calma,
y de esta calma vuelve a surgir el movimiento.
Si nos quedamos en uno de los dos extremos,
¿cómo podremos conocer la unidad?
Si no comprendemos la unidad,
nos perdemos en los extremos.
Si rechazamos la existencia, negamos la realidad;
si buscamos la vacuidad, ésta se niega a sí misma.
Cuanto más hablamos, cuanto más pensamos,
más nos alejamos de la Vía.
Dejemos de hablar, dejemos de pensar,
y no habrá nada que no podamos entender.
Si volvemos a la raíz, encontramos la esencia.
Si seguimos las apariencias, nos alejamos de la fuente.
Dirijamos la luz hacia el interior,
y trascenderemos la vacuidad de las cosas.
Los cambios que vemos en la vacuidad
son ilusiones creadas por la ignorancia.
No busquemos la verdad,
dejemos sólo de tener opiniones.
No mantengamos opiniones dualistas,
tengamos cuidado de no seguirlas.
La menor distinción entre correcto o erróneo,
y la mente se pierde en la confusión.
La unidad es el origen de la dualidad,
pero tampoco nos aferramos a la unidad.
En la mente unificada no se produce nada,
y los miles de fenómenos no la perturban.
Si no existe perturbación, no hay fenómenos,
si no hay actividad mental, no hay mente.
Cuando el objeto desaparece, el sujeto se desvanece,
cuando el sujeto se desvanece, el objeto desaparece.
El objeto existe en relación con el sujeto,
el sujeto existe en relación con el objeto.
Debemos entender que la dualidad objeto – sujeto,
tiene su origen en la unidad de la vacuidad.
En la unidad del vacío ambos son uno,
ambos contienen la infinitud de fenómenos.
Si no discriminamos entre sutil y vasto,
no nos pondremos ni a favor, ni en contra.
La Vía suprema lo abraza todo,
nada es fácil, nada es difícil.
Las ideas mezquinas son confusas y llenas de dudas,
cuanto más nos apresuramos, más tarde llegamos.
Si nos aferramos sin medida,
nos desviamos cada vez más de la Vía.
Soltar conduce a la espontaneidad,
la esencia ni se va, ni se queda.
Sigamos la naturaleza de las cosas,
y estaremos en armonía con la Vía.
La excitación mental nos aleja de la realidad,
nos ofusca, nos hunde y nos fatiga.
Cansar la mente no es bueno,
¿por qué huir de esto y buscar aquello?
Si queremos estar en el Gran Vehículo,
no rechacemos los objetos de los seis sentidos.
Cuando no rechazamos los seis tipos de sensaciones,
logramos el despertar perfecto.
El sabio comprende desde la no acción,
el necio se encadena a las cosas.
Las cosas no son [en esencia] diferentes,
es la ignorancia que nos empuja a la preferencia.
Querer entender la mente con la mente,
¿no es un gran error?
La excitación y el sopor surgen de la ignorancia,
el despertar está más allá del me gusta y no me gusta.
Los aspectos opuestos llevan a consideraciones absurdas.
Sueños, ilusiones, flores de vacuidad,
¿por qué esforzarnos en atraparlos?
Ganancia o pérdida, correcto o erróneo,
abandonémoslo de una vez por todas.
Si mantenemos los ojos abiertos,
los sueños se desvanecerán.
Cuando la mente no discrimina,
vemos las cosas tal y como son.
La esencia profunda de la talidad
está más allá de todas las condiciones.
Cuando vemos las cosas con ecuanimidad,
volvemos a nuestra naturaleza original.
Si eliminamos la causa,
nada se puede comparar.
Detenemos el movimiento, y aparece el no movimiento.
Ponemos el reposo en movimiento, y ya no hay reposo.
Si ambos no forman un todo,
¿qué significa uno solo?
Aunque lo investiguemos hasta el final,
no encontraremos leyes ni reglas.
Unificar la mente con ecuanimidad,
detiene toda actividad.
Todas las dudas se disipan,
y la verdadera fe se refuerza en armonía.
Nada que retener, nada que recordar,
la vacuidad se ilumina a sí misma,
sin que la mente se esfuerce.
El pensamiento es inútil aquí,
ni sentidos, ni sentimientos pueden concebirlo.
Al ver las cosas tal y como son,
no hay yo, ni los demás.
Vivir esto ahora mismo
es la expresión de la no dualidad.
En la no dualidad todo es lo mismo,
no hay nada que no esté incluido.
Los sabios de las diez direcciones
comparten esta fe.
Esta fe absoluta está más allá del tiempo y del espacio,
más allá del instante y de la eternidad.
Ni aquí, ni allá, por todas partes delante de los ojos.
Lo infinitamente pequeño es grande cuando olvidamos los límites.
Lo nfinitamente grande es pequeño cuando no vemos los límites.
Ser no es ser. No ser es ser.
Sentimos esto así,
no hay dónde aferrarse.
Uno es todo, todo es uno.
Simplemente esta verdad,
sin preguntarnos por qué.
El espíritu de la fe es la no dualidad,
la no dualidad es el espíritu de la fe.
El discurso termina aquí,
sin pasado, sin presente, sin futuro.