Hokyo Zanmai. El samadhi del espejo precioso
del Maestro Tozán (807 – 869 dC)
Traducción: Lluís Salas
Sin error, sin duda, así es el Dharma.
Buda y los maestros de la transmisión no han hablado de ello.
Pero vosotros lo hacéis realidad ahora mismo.
Por eso, os lo ruego, protegedlo con fuerza.
Los copos de nieve se depositan sobre la bandeja de plata.
La claridad de la luna envuelve la garza blanca en la laguna.
Son imágenes similares, pero no idénticas,
cuando nos acercamos vemos la diferencia.
El significado no está en las palabras,
es el momento decisivo el que lo hace aparecer.
Cuando utilizamos las palabras, caemos en su trampa.
Si no las utilizamos, empezamos a dudar.
Rechazar o aferrarse a las palabras es un error
porque son como un gran fuego: útiles y peligrosas.
Describirlo literalmente es ensuciarlo.
En la oscuridad de la noche brilla intensamente,
pero está oculto a la luz del día.
Es la fuente que todo lo origina,
la que corta la raíz del sufrimiento.
Aunque no haya sido creada,
ni trascienda las palabras,
es como el espejo precioso,
la forma y el reflejo se miran.
Vosotros no sois el reflejo,
pero el reflejo sois vosotros.
Así como el bebé cuando llega al mundo
provisto de los cinco sentidos:
ni viene, ni se va,
ni aparece, ni se queda,
ta-ta-ta… ¿quiere decir algo?
Realmente no lo dice,
su lenguaje no es preciso.
Cuando el trigrama “fuego” se dobla,
Las líneas internas y externas interactúan,
puestas una sobre la otra son tres,
transpuestas se convierten cinco,
como los gustos de la planta chisso (de los cinco gustos)
o los brazos de Vajra.
Armoniosamente unidos de por medio,
el canto y el tambor se acompasan.
Hagámonos íntimos con la fuente,
Entreguémonos a la Vía,
contemplemos el paisaje,
y disfrutemos del camino.
Respetémoslo, sin rechazar,
es natural y sutil,
no es ni ignorancia, ni despertar,
contra causas y circunstancias,
se mantiene sereno y luminoso.
Es tan puro que entra donde no hay espacio,
es tan vasto que trasciende toda dimensión.
Sólo que nos desviemos el grosor de un cabello
perdemos la armonía de la mente.
Está la escuela del despertar abrupto,
y la del despertar gradual,
y se diferencian porque cada una
tiene su método, su enseñanza.
Tanto si comprendemos como no
las enseñanzas y sus doctrinas,
la realidad no deja de fluir.
En calma sin las reglas,
en excitación cuando las tenemos.
Es como ser un caballo atado al carruaje
o una rata oculta en la oscuridad.
Los antiguos maestros al compadecerse de los hombres,
les han ofrecido el Dharma,
porque a causa de su visión errónea,
confunden el blanco con el negro.
Cuando la ilusión se desvanece, en ese mismo instante,
cada uno puede comprender por sí mismo.
Si deseáis seguir,
y armonizaros con las antiguas trazas transmitidas;
os lo ruego, observad con atención
el ejemplo de los sabios antiguos.
Un árbol que se remonta a más de diez kalpas.
Es como la debilidad del tigre,
o la cojera del caballo.
Los que sienten la carencia,
se compran ropa y objetos caros.
Otros, con una visión más amplia,
se ven a sí mismos como un buey blanco.
El Maestro Hiei, por su técnica elevada,
podía acertar un ojo de buey a cien metros.
Pero cuando las flechas chocan en pleno vuelo,
¿puede tratarse sólo de técnica elevada?
El hombre de madera empieza a cantar,
la mujer de piedra se alza y baila.
Los ministros sirven a su rey,
el hijo obedece a sus padres.
Desobedecer es contrario al deber filial,
los que no siguen no son verdaderos ministros.
Practicad discretamente, sin exhibiros,
aunque parezcáis locos o idiotas.
Continuad así y os convertiréis en maestros de maestros.