Genjo Koan. Realizarse con todo el Universo. Maestro Dogen, 1233
Traducción: Lluís Salas.
- Como todas las cosas son Dharma de Buda, existe ilusión y despertar, práctica y experiencia, vida y muerte, budas y seres sensibles.
- Cuando vemos que todos los fenómenos son sin sustancia, no existe ni ilusión ni despertar, ni budas ni seres sensibles, ni nacimiento ni extinción.
- En esencia, en la Vía de Buda, nada le sobra y nada le falta, hay vida y muerte, ilusión y despertar, seres sensibles y seres despiertos. En el apego, las flores se marchitan; en la aversión, la mala hierba crece.
- Practicar y experimentar la infinitud de fenómenos desde la consciencia personal es una ilusión. Cuando la infinitud de fenómenos practican y experimentan en nosotros, esto es el despertar.
- Los que despiertan de sus ilusiones, son budas. Quienes se hacen ilusiones sobre el despertar, son gente ordinaria. También están los que despiertan aún más en el despertar, y los que se hacen ilusiones dentro de las ilusiones.
- . Cuando los budas son verdaderos budas, no les hace falta reconocerse conscientemente como budas; sin embargo, son budas, porque experimentan el despertar y siguen haciendo realidad el despertar con su práctica.
- . Cuando miramos, concentrados en cuerpo y mente, las formas; cuando escuchamos, concentrados en cuerpo y mente, los sonidos, aunque los percibimos directamente, no es como el reflejo de una imagen en un espejo, ni como el reflejo de la luna en el agua. Mientras experimentamos un lado, el otro permanece oculto.
- . Estudiar la Vía de Buda, es estudiarse a sí mismo. Estudiarse uno mismo, es olvidarse de sí mismo. Olvidarse de sí mismo, es ser experimentado por la infinitud de fenómenos. Ser experimentado por la infinitud de fenómenos, es abandonar cuerpo y mente, el propio cuerpo y mente y el de los demás. Es olvidar cualquier traza de ese despertar. Olvidar el despertar, es practicarlo inconscientemente.
- . En el momento en que empezamos a buscar la Vía, aun estamos muy lejos de ella; pero cuando recibimos la transmisión auténtica, somos seres humanos en nuestra naturaleza original.
- Cuando alguien viaja en barco, y mira la orilla, puede malinterpretar que es la tierra que se mueve. Si, en cambio, fija la mirada en el propio barco, ve que en realidad es el barco que avanza. Del mismo modo, cuando tratamos de comprender la infinitud de los fenómenos basándonos en confusas asunciones sobre el cuerpo y la mente, cometemos el error de creer que nuestra propia mente, o nuestra esencia, es permanente. Si seguimos íntimamente la práctica justa y volvemos a nuestro origen, veremos con evidencia que la infinitud de fenómenos carece de sustancia propia.
- . Cuando la leña se convierte en ceniza, ya no puede volver a ser leña, sin embargo, no consideramos que la leña sea un antes, y la ceniza un después. La leña es una expresión fenoménica de leña, con un antes y un después. Aunque haya un antes y un después, existe un corte entre ese antes y éste después. La ceniza es una expresión fenoménica de ceniza, con un antes y un después. La leña, una vez convertida en ceniza, ya no puede volver a ser leña. Igualmente, el ser humano, una vez muerto, ya no puede volver a la vida. Aprendemos de la enseñanza de Buda a no decir que la vida se convierte en muerte, por eso hablamos de no nacimiento. La enseñanza de Buda también establece que la muerte no se convierte en vida, y la llamamos no extinción.
Vida y muerte son tan sólo posiciones en el tiempo, como el invierno y la primavera. No pensamos que el invierno se convierte en primavera, tampoco decimos que la primavera se convierte en verano. - Cuando el ser humano realiza el despertar, es como el reflejo de la luna en el agua. La luna se refleja en el agua, pero no se moja; el agua no se altera por ese reflejo. La luz de la luna ilumina hasta el infinito. Ilumina toda la Tierra. Por amplia y vasta que sea su luz, puede ser contenida en una pequeña gota de rocío. El despertar no destruye al individuo, al igual que la luna no altera el agua. El individuo no es un obstáculo para el despertar, al igual que la gota de rocío no es un obstáculo para la luna o el cielo. La profundidad del despertar es como la altura de la luna.
La longitud o brevedad de ese momento, manifiesta el tamaño de la gota de agua que refleja la vasta luz del cielo y la luna. - Cuando todavía no comprendemos plenamente al Dharma con cuerpo y mente, tendemos a creer que ya lo hemos alcanzado completamente. En cambio, cuando el Dharma está totalmente actualizado en el cuerpo y la mente, somos conscientes de nuestras insuficiencias. Es como si, encontrándonos en un barco en medio del océano, al no ver tierra a la vista, miráramos en las cuatro direcciones: el océano parecería circular. Sin embargo, el gran océano no es ni redondo ni cuadrado, sus cualidades son ilimitadas. Para los peces es como un palacio, para los dioses, un collar de perlas. Pero hasta donde llega nuestra vista, parece ser redondo. Lo mismo ocurre con todas las cosas. Tanto en este mundo de polvo, como más allá, todas las cosas presentan múltiples aspectos, pero nosotros las vemos y comprendemos hasta dónde llega el ojo de nuestro estudio y práctica. Si queremos captar la verdadera naturaleza de las cosas, debemos tener presente que más allá de su apariencia cuadrada o redonda, las cualidades de mares y montañas son inagotables, como hay mundos en las cuatro direcciones. Debemos saber que no sólo lo que nos rodea es así, sino que el momento presente y una simple gota de agua también son así.
- . Los peces nadan en el agua, pero por lejos que naden, el agua no tiene límites, es infinita. Los pájaros vuelan en el cielo, pero por lejos que vuelen, el cielo no tiene límites, es infinito. Al mismo tiempo, ni los pájaros, ni los peces han dejado nunca el cielo o el agua. Simplemente, cuando su actividad es grande, su uso es grande; cuando su necesidad es pequeña, su uso es pequeño. Al actuar de esta forma, utilizan cada aspecto al máximo, libremente.
Sin embargo, si un pájaro dejara el cielo moriría, si un pez saliera del agua, moriría. Debemos comprender que el agua es la vida para el pez, que el cielo es la vida para el pájaro, que los peces son vida, y los pájaros son vida. La vida es pájaro, la vida es pez, y así podríamos continuar infinitamente. Esto mismo ocurre con la práctica y el despertar. - Sin embargo, si un pájaro o un pez, quisieran llegar a lo más profundo del océano, o a lo más elevado del cielo, no encontrarían ningún camino, ni ningún lugar donde ir. Cuando encontramos este sitio, todas nuestras acciones expresan el despertar, cuando encontramos este camino, todas nuestras acciones expresan el despertar. Este camino, este sitio, no es grande, ni pequeño, ni objetivo, ni subjetivo, ni se realiza antes, ni después, sino Ahora. Así es tal y como es.
- Cuando practiquemos así y hagamos realidad la vía de Buda, entender la enseñanza de Buda es penetrar la enseñanza de Buda, enfrentarse a la práctica es llevar a cabo la práctica. Éste es el lugar y la Vía es perfecta, la razón por la que no podemos conocer sus límites, es simplemente porque el conocimiento aparece junto con la práctica, junto con la enseñanza de Buda. No pensamos que al lograrlo debamos ser forzosamente conscientes, ni que nuestro intelecto sea capaz de reconocerlo. Aunque el despertar se manifiesta de inmediato, no siempre se realiza completo. Su manifestación supera nuestro entendimiento.
- El maestro zen Hotetsu, de la montaña Mayoku, se estaba abanicando, y un monje le preguntó: -Si la naturaleza del aire está siempre presente, y no hay ningún lugar al que no pueda llegar, por qué, maestro, ¿usas un abanico? El maestro le contestó: -Tú sólo sabes que la naturaleza del aire está siempre presente, pero todavía no comprendes qué significa que no hay ningún sitio al que no pueda llegar. El monje le dijo: – ¿Y qué significa que no hay sitio donde la naturaleza del aire no pueda llegar? Por toda respuesta, el maestro siguió abanicando, y el monje se prosternó respetuosamente.
- La experiencia de la realización de la enseñanza de Buda, la Vía de la auténtica transmisión, es así. Si alguien dice que no hace falta un abanico, porque la naturaleza del viento está siempre presente, y que sentiremos el viento, aunque no nos ventemos, es porque no comprende qué significa estar siempre presente, ni comprende cuál es la naturaleza del viento. Dado que la naturaleza del viento está siempre presente, el viento de la naturaleza de Buda transforma la vasta tierra en oro, y los largos ríos en leche dulce y fresca.